Si quieres ver a un fantasma, toma mucha cafeína


Una de las razones por las que la gente cree que existe la vida después de la muerte es que ha visto fantasmas o ha oído voces del más allá. A esta engañosa relación causa-efecto contribuye nuestra especial predisposición a dar explicaciones a lo que ignoramos. También ayuda la extraordinaria fiabilidad que le otorgamos a nuestros sentidos.

Por eso existen películas como Ghost. Donde el público ve normal que el simple testimonio o la experiencia personal son suficientes para creer algo realmente extraño: que estamos continuamente rodeado de muertos.

Afortunadamente tenemos un sistema de análisis de fenómenos sobrenaturales que excede nuestras escasas habilidades para interpretar la realidad. El método científico.

Ello no significa que debamos tomar por locos a quienes dicen haber visto a un fantasma. Pero lo cierto es que los sentidos de cualquier persona sana pueden cometer gravísimos errores por sí solos, y ya no digamos cuando intervienen otras sustancias. Como la cotidiana cafeína.

Según una investigación de la Universidad de Durham, Reino Unido, las personas que ingieren mucha cafeína (el equivalente a 7 tazas de café) son más propensas a tener alucinaciones, tales como escuchar voces o ver cosas que no existen. La explicación se encuentra en el hecho de que la sustancia incrementa los efectos psicológicos del estrés. El cuerpo, entonces, libera cortisol para combatir la tensión, la hormona responsable de las alucinaciones.

Nuestro cerebro, por muy cuerdos que estemos, puede generar cosas que no existen. O fenómenos perfectamente naturales pueden ser sistemáticamente malinterpretados por un cerebro que, además, ha sido influido culturalmente para creer en la vida después de la muerte.

Este hecho se puede comprobar cuando visitamos un castillo o una casa abandonada. Culturalmente estamos condicionados a pensar que en estos lugares es más habitual el vislumbrar presencias de ultratumba. El viento, hace el resto.

No sólo participa la sugestión o el acervo cultura del terror gótico: el viento que suele colarse en este tipo de construcciones, al toparse con chimeneas o al cabalgar por los pasillos, produce ondas sonoras de muy baja frecuencia. Cuando la frecuencia de esas filtraciones (inferior a veinte hercios) corresponde con la frecuencia de resonancia del globo ocular humano (unos dieciocho hercios), éste empieza a vibrar, lo que puede acarrear trastornos de la visión y alucinaciones muy vívidas.

El viento, la cafeína, nuestra manía por dar explicaciones fehacientes a lo que ignoramos y otros muchos factores, posiblemente, sean los responsables de la existencia de brujas, vampiros, hombres lobo, fantasmas y demás parentela sobrenatural que ha estado visitando al ser humano a lo largo de la historia. Como monstruos de la mente.

| Xataka

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