El origen prehispánico y católico de algunas tradiciones de Día de Muertos

En muchos lugares se acostumbra poner un altar u ofrenda para los difuntos. Esta tradición es una muestra más del mestizaje que se dio en nuestro país, pues la tradición original es azteca, la cual después fue cristianizada por los primeros evangelizadores.


Los aztecas creían que en la primera luna llena de noviembre los difuntos regresaban al mundo terrenal, coincidiendo con el fin de la cosecha de maíz, para festejar con los vivos el alimento que la naturaleza les dio. En esa misma fecha, los parientes vivos ponían alrededor de la urna de sus difuntos (los incineraban, no enterraban) comida que les había gustado en vida.

Además, el tradicional color naranja que se usa en la festividad simboliza el camino que siguen los difuntos entre Mictlán, el lugar donde residen los muertos, y sus hogares, y que se hacía con pétalos de flor de cempasúchil.

Al llegar los españoles y la religión católica, como con la Navidad, la festividad se adaptó a las creencias cristianas. Así, el camino de pétalos pasó a representar el recorrido del mundo terrenal al cielo, por lo que se acostumbraba que el camino llegara a la imagen de la Virgen María o Jesús.

De la misma manera, la presencia de la comida, fotos y objetos que le pertenecían al difunto permiten, de acuerdo a los cánones religiosos, recordar las virtudes y defectos para hacer una mejor oración y ayudarlo a expiar los pecados que pudieran haber quedado faltos de penitencia.

Hay elementos muy específicos que se colocan en el altar y tienen un significado muy especial que por tradición aún se ponen, pero puede que no se sepa su origen religioso:
  • El vaso de agua es símbolo del apaciguamiento de la sed de las ánimas del purgatorio mediante las oraciones, además de que es fuente de vida.
  • La sal simboliza la resurrección de los cuerpos por ser un elemento que se utiliza para la conservación de los alimentos.
  • El incienso mantiene alejado a los demonios.
  • Las veladoras representan la fe, la esperanza y el amor eterno; mientras que el fuego simboliza la purificación de las almas.
Pero la ofrenda no es sólo un tributo al difunto sino a toda la Iglesia, de acuerdo a la tradición, pues hace referencia a todos sus integrantes:
  • La Iglesia purgante, conformada por aquellas almas que se encuentran en el Purgatorio por haber muerto con algunos pecados que les impiden llegar al cielo. Ellos están representados por las fotos de los difuntos.
  • La Iglesia triunfante, de la cual forman parte aquellos que se encuentran disfrutando del Paraíso. Se hace presente en la figura de los santos de quienes, según la Institución religiosa, tenemos la certeza de que llegaron al cielo.
  • La Iglesia militante, es decir, los miembros que aún se encuentran en vida y que ponen el altar.
Además, de los grupos que conforman la Iglesia y representan a quienes se han ido, surgen los demás colores representativos de la festividad: el morado para la purgante; el blanco para la triunfante; y el negro como señal de luto por todos ellos.

Finalmente, las tradicionales calaveritas también tienen su origen en prácticas del catolicismo. Los primeros misioneros pedían a los indígenas que escribieran oraciones exaltando las virtudes o defectos de los difuntos y que hicieran peticiones por su salvación. Posteriormente, las oraciones se colocaban sobre la ofrenda.

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